viernes, 2 de enero de 2015

… Las historias que se acaban ...

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Son cuatro y desde que tengo uso de razón son viejos. O eran, ya que el mes pasado, dos de ellos dejaron de ser viejos para convertirse en eternos. Cuatro viejos de los medios de comunicación que, irremediablemente, me recuerdan cada vez que los veo a mi abuelo. Mi Papá E, el héroe de mi infancia y mi protector eterno, del que ya mucho se ha hablado en este blog.

1. Jacobo Zabludovsky. El periodista hecho por sí mismo, que vivió e hizo época cuando el periodismo era o encumbrado o perseguido, no quiero decir que esté bien o mal decantarse hacia cualquiera de los lados. Se puede hacer buen periodismo siendo servil, por supuesto, la buena narrativa y la crónica pulcra no limita visiones; así como también se puede hacer periodismo basura siendo contestatario y revolucionario. Y Jacobo hacía buen periodismo, alejado por completo del juicio moral al que todos tenemos derecho, se convirtió en un referente inalcanzable de la cultura popular.

Y Papá E lo quería, y lo desafiaba frente al televisor. Editorializaba lo que el hombre de grandes audífonos acababa de repetir y lo transformaba en lo que después se convertiría en mi primer acercamiento con la interpretación de la realidad. Sin saberlo -o quizá sí-, mi abuelo sentaba las bases de mi pensamiento -que intenta ser- crítico e inquisitivo. Lo quería como se quiere a un colega que ha logrado más que uno, con una admiración manifiesta y una envidia de la peor también manifiesta a veces. Los "¡pinche Jacobo!" sonaban por lo bajo a la hora de la cena en la Casa Verde, aunque por lo alto se oía a Papá E decir: "Lo dijo Jacobo". Soy demasiado joven para recordarlo todo, pero sí recuerdo la noticia del asesinato de Colosio y de su última noticia, su retiro parco y simple del noticiario. Luego su berrinchuda salida de Televisa y su vuelta a la voz y al papel, ya sin las ataduras que lo maniataban, pero siempre con la conciencia del deber bien ganado. Siendo maestro de su hijo así como mi abuelo fue mío. Con su suéter de la UNAM frente a cientos de libros, como mi abuelo con su saco a cuadros grises sentado en su biblioteca. Jacobo habrá de irse y mi abuelo también, y aunque mi Papá E ya no escucha casi nada, sé que en su mente siempre quedará el recuerdo de la voz de Zabludovsky llamándolo: "periodista".


2. José Ramón Fernández. Éste sí, fue un contestatario rezongón al que la edad sólo lo ha hecho irse demasiado a su extremo hasta casi tocar el contrario. Me recuerda a mi abuelo más por lo físico que por el carácter. Pues aunque mi abuela cuenta historias de gritos y enojos, para mí, mi Papá E siempre ha sido el hombre más tranquilo del mundo. Pero también es bajito, de ojos claros, calvo de la coronilla y con lentes enormes, justo como el primer Joserra que mi abuelo escuchaba hablar pestes del amarica, ese equipo de millonetas y pedantes en el que no vale la pena gastar un solo bit más. Mi abuelo siempre fue aficionado del Guadalajara, al que veía como el equipo del pueblo, el orgullo de lo mexicano, siempre en contraposición con el otro.

Ambos son poblanos y ambos fueron egresados de la Carlos Septién. Incluso, mi tío Chucho, hermano menor de mi abuelo, fue el asesor de tesis de José Ramón. Incluso he pensado que puedo usar ese 'token' como entrada a ESPN ja. En fin, que si mi abuelo hubiera estado mejor del oído hace un par de años, seguro hubiera disfrutado como loco de las aventuras de Joserra y Jacobo en Londres, vaya que hasta suena a caricatura vieja, y acaso lo fue. Realmente no puedo imaginarme un producto televisivo más vintage -al menos en teoría- que ese duo hablando sin parar.


3. Vicente Leñero. Si algo admiraba yo de mi abuelo, era su eclecticismo. Se pasaba el día leyendo seis periódicos o más. Gustaba tanto de la opinión ácida de La Jornada como de las páginas centrales chorreando sangre de La Prensa, de ahí a los extremos. Entre sus favoritos, sin duda, Proceso y Excélsior. No el Proceso de Sanjuana y Esteban, sino el buen Proceso de Julio Scherer y de Vicente Leñero, uno de los mejores hiladores de palabras que ha conocido este país. Periodismo del día a día en el Excélsior e investigación y crítica dura en Proceso, cada semana. Yo aún recuerdo que, siendo muy pequeño y antes de la salida editorial de Scherer, leía sin comprender todos los reportajes de Proceso, sentado junto a Papá E, en su negocio, en el comedor o en la biblioteca.

Leñero fue un hombre de sombras, no fue notorio pero su trabajo es inconfundible. Y aunque la figura más notable de la revista insignia del periodismo de investigación en México, siempre será Julio Scherer García, sé muy bien que Proceso nunca hubiera llegado a ser lo que fue sin el escritor jaliscience.


4. Chespirito. Aquí mi corazón se detiene, porque aunque nunca admiré el estilo de Roberto Gómez Bolaños, mi memoria está repleta de noches de carcajadas de mi abuelo frente al televisor mirando El Chavo, Los Caquitos, El Doctor Chapatín y todos los demás. Siempre con la repetición del gag y el humor más involuntario y forzado que otra cosa, pero que también siempre arrancaba la más sonora risa de mi abuelo, que con nada más en el mundo se reía de esa manera, llegaba incluso a las lágrimas de cuando en cuando. Ni Cantinflas había logrado eso en mi Papá E, y eso que mi abuelo puede contarse entre los mayores defensores de la vida y obra del mimo peladito.

Tiempo después, lo lúcido que Chespirito se mostraba ya en la vejez, en entrevistas y en homenajes televisados, además de sus apariciones esporádicas en programas especiales, no hacían más que recordarme que el tiempo pasaba inexorable y que mi abuelo también decaía en sus funciones corporales, aunque no así en su mente, esa gran traicionera que de un tiempo acá lo mantiene prácticamente en silencio, ya que al no escuchar bien, prefiere no entablar conversaciones para no desesperarse por no entender lo que se le dice. Eso me parte el alma, más que sus dedos temblorosos y su andar despacio, el que haya optado por el silencio como refugio significa una gran pérdida para el mundo y para nosotros, su mundo, que aún tenemos tiempo y ganas para escuchar toda la sabiduría que pueda salir de su voz.

De su voz de periodista, letrado y culto como el que más, entendido y claro como nadie, además generoso con el mundo que lo rodea. A ese gran hombre, mi Papá E, jamás serán suficientes los homenajes para honrar su vida y sus obras, entre ellas, la más grande: Su familia, la nuestra.



“No me gusta que las historias se acaben; ni en el cine, ni en la literatura, ni en la vida. Siempre tiene que haber más posibilidades, más caminos, más respuestas”.
Vicente Leñero.







¡¡¡ letem bi lait !!!





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1 comentario:

la chida de la historia dijo...

Dale un abrazo grande y un beso a tu papá E… dile que hay una queretana que lo quiere y admira, gracias a tus letras y amor por él…


Seguro tu papá E. y yo nos llevaríamos bien… le vamos al mismo equipo de futbol ;)

Abrazos también para ti que, aún con mi insistencia a parecer ruda rudísima, sabes que te quiero montones, quizá mucho más de lo que te imaginas… a pesar de todo… y quiero a los tuyos.

Por cierto, No soy un robot… ¬¬

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